León, colonia de Valladolid. ¿Conjetura o realidad? Parte 7

León, colonia de Valladolid. ¿Conjetura o realidad? Parte 7

Llegamos al capítulo final de este ensayo de Ismael González Millán en el que sugiere un cambio en la conciencia política local para que León logre salir de esta situación de dependencia económica y política.

7 - Conclusión -  Incluso desconsiderando los agravios expuestos achacables al Estado, o con participación con la Junta, la conclusión presenta una evidencia científica incuestionable: Colegimos que se cumplen plenamente las cuatro características definitorias de una Colonia, planteadas al principio: 1. León tiene notable riqueza; 2. El tándem Junta-Valladolid tiene poder sobre toda la Comunidad; y obtiene provecho de las decisiones políticas que toma; 3. Se mantiene a León con bajo perfil económico, para que no se desarrolle, y 4. Objetivo conseguido: León tiene unos índices socioeconómicos pésimos; no puede despegar.

En definitiva, inferimos que queda probada la hipótesis: León es una colonia de Valladolid, que actúa de metrópoli, entendiendo por “Valladolid” lo dicho en la definición de términos: continente y contenido de tal provincia: el complejo de ciudadanos y aparato político de la Junta, que refleja una simbiosis perfecta y recíprocamente beneficiosa.

Recapitulando: ¿Por qué León no hace más que bajar, y Valladolid sube sin cesar? Espero que el texto precedente explique el motivo. Antes del “montaje” de las autonomías León era superior, en población y renta, a Valladolid. Ahora se ha invertido la situación. No es casual, es una estrategia de la Junta. León es una colonia de Valladolid, y como manda el manual del “ejercicio colonial”, la metrópoli se enriquece a costa de la colonia -León-, que nunca sale del estado de necesidad (planificado); León ya agoniza, por inanición programada.

Hemos intentado argumentar, cuasi científicamente, por qué León es una colonia de Valladolid. Pero hay un razonamiento popular que, en su simpleza, es fácilmente entendible y muy explicativo: si el tándem Junta-Valladolid no nos quiere dejar marchar (de esta Comunidad) es porque teme perder algo. Si no fuera así, no lucharía tanto para mantenernos “uncidos a este yugo”. Es la “prueba del nueve”: alguna retribución -o provecho, en román paladino- está obteniendo.

Visto lo visto, a aquellas palabras aparentemente fuertes del principio, ¿podríamos añadir la de genocidio? No, porque la Junta no mata cuerpos, solo espíritus, el leonés. Entonces, ¿podremos calificar la actitud de la Junta, respecto a León, de etnocidio? El lector juzgará.

Es una sangrante realidad. El viejo y glorioso Reino de León, crisol de España, y madre de otros reinos posteriores, y de leyes universales, sujeto ahora a los designios y explotación de uno de sus hijos, Castilla. Según reza el reciente “himno” autonomista de Valporquero de Rueda: “Fuimos reino, ahora siervos; No gracias”.

En un país democrático no tiene sentido prolongar esta situación, máxime cuando esta unión contra natura fue impuesta, y aún se mantiene, contra el deseo de los leoneses.

Entonces… ¿Quién es el responsable de que esta situación se perpetúe? Por todo lo antedicho, queda claro que la Junta tiene responsabilidad directa, y muy interesada. También, en parte, del Gobierno central, del que luego hablaremos, y en qué medida participa. Y de los propios leoneses, que estriba en seguir votando a políticos monigotes (esbirros al servicio de sus jefes en Valladolid y Madrid), en lugar de a los que defienden a León por encima de todo.

A aquellos, los políticos de los grandes partidos que votan en contra de los intereses de León, por tal actitud, podríamos dedicarles alguno, o varios, de los siguientes apelativos: afrancesados (no con la significación de cultos, sino de vendidos al invasor, para seguir saliendo en la foto), colaboracionistas, quintacolumnistas, lacayos, cipayos, traidores, o simplemente vendidos. De nuevo, dejamos la elección, si cabe, a criterio del lector.

8 - Sobre la participación del Gobierno en la ruina de León.

En el texto precedente aparecen datos de actuaciones perniciosas para León, de competencia del Gobierno Central. Según se dijo, incorporados a propósito para, aprovechando la coyuntura, obtener una extensa fotografía del funesto panorama leonés, y sus causantes. Así, los agravios ocasionados a León, también por parte del Gobierno, deben llevarnos a otra reflexión: ¿por qué el Gobierno ningunea a León con la ausencia o insignificancia de inversiones extraordinarias?

Del dominio y explotación de León por la Junta, como brazo armado (políticamente) de Valladolid, deducimos su conducta colonialista. Ello explica los motivos por los que la Junta no quiere que León consiga su propia autonomía; pero en el caso del Gobierno, ¿qué beneficio obtiene con el maltrato a León? Conviene despejar esa incógnita.

El Gobierno nos concede una mínima dosis de subsistencia, siempre con mucho retraso sobre los compromisos manifestados, pero el postre, las inversiones importantes, las otorga a otros territorios, y siempre con prioridad sobre León; no solo no aplica el art. 138 de la Constitución, de compensación de desequilibrios interterritoriales, sino que sigue profundizando la brecha, concediéndoselas a otros ya bastante más desarrollados que León.

El objetivo de la Junta ya está dicho, el dominio y explotación de los recursos de León, pero no cabe, entendemos, atribuir al Gobierno la práctica colonialista de la Junta. No tiene la capacidad de tomar muchas decisiones -pues la mayoría de competencias las tiene la propia autonomía-, pero sí está contribuyendo a prolongar su dependencia y su declive socioeconómico, pues la falta de inversiones del Gobierno, en infraestructuras y servicios estatales, para León, coadyuva en mantenerlo en la pobreza. ¿Por qué, entonces, nos dedica tal maltrato continuado, que los leoneses percibimos un día tras otro?

Tomando ahora el tren, como referente, está caliente estos días el agravio del desarrollo del nodo logístico intermodal en Valladolid, que debiera haberse hecho en Torneros (León), con plena anuencia y participación del Gobierno. ¿Por qué toma partido por Valladolid, en lugar de acometer ese desarrollo en Torneros, como estaba previsto desde hace casi 20 años? Tampoco acomete la restauración del eje ferroviario Ruta de la Plata; tampoco resuelve la integración del tren de Feve en León, tras 13 años de parones y chapuzas.

No parece que tal discriminación negativa, del Gobierno contra los intereses de León, venga motivada sencillamente por una afectación heredada desde los postreros años medievales para acá, de una supuesta preponderancia castellana, que haya condenado a León a los sótanos de la insignificancia y el olvido, al ninguneo. Mas bien, creemos que la razón está en que los partidos aspirantes a gobernar hoy día solo piensan en votos. Si por sí mismos no alcanzan los suficientes para ese fin, tejen alianzas con aquellos territorios que, con sus votos locales, territoriales, o “nacionalistas” -con intereses centrados en su tierra, al fin-, puedan auparles hasta el sillón de mando nacional, a cambio de jugosas contrapartidas para su tierra. Pero el dinero es limitado; más, como ahora, en que están bloqueados los presupuestos, y por tanto el techo de gasto. No hay para todos; luego, para contentar a unos, se hace en detrimento o defecto para otros, y León, por su insignificancia política en el Estado español, somos de los segundos, de los sacrificados. Y así seguiremos mientras sigamos votando a quienes nos desconsideran.

Esa es la auténtica mano negra que, desde todo el solar español, parece ignorar y maltratar a León. Los leoneses votamos sistemáticamente a los grandes partidos de implante nacional. Por tanto, no sacamos votos leonesistas con los que trapichear, y obtener alguna retribución a cambio, o concesión, para el desarrollo de León. Por eso no interesamos para el mercado persa de contrapartidas, “te presto votos y me das”. En consecuencia, los dineros que pudieran, o debieran, venir a León, por justo reparto o perentoria necesidad, para infraestructuras, industria, para que no tengan que emigrar nuestros hijos, etc., se preservan y entregan a otros territorios, donde votan a los suyos, para “comprar” su apoyo (en el Congreso) para la gobernanza del Estado. No necesitan cambiar nada, no necesitan darnos nada; en León les seguimos votando igual, aunque nada nos den.

A los políticos que votamos mayoritariamente en León, de los grandes partidos, las aspiraciones leonesistas (lato sensu), que debieran defender, las someten al mandato de sus jefes en Valladolid y Madrid, que finalmente, por lo común, optan por defender intereses ajenos a León. Esa es nuestra desgracia, que debemos cambiar, a la hora de votar, si queremos que cambie nuestro destino: no votar a políticos (partidos) que traicionan el voto leonés.

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