Estos dos americanos se podrían calificar de Elvis pasados por una licuadora o algo así. Ambos son lisérgicos, etéreos y melódicos al mismo tiempo. Ambos crean atmósferas sonoras que invitan a la poesía visual. Los dos son conocidos relativamente bien por todos nosotros. El primero de ellos tiene una magnifica canción donde despliega todo su talento. Una gran voz envuelve una fantástica melodía que si buscas en Youtube no dudamos que te vaya a sonar. “Wicked game” (Juego malvado) es muy conocida. Otro de sus temas, que a lo mejor no es tan conocido pero que seguro te va a gustar es “Blue hotel”. Estas canciones rezuman una especie de soledad y melancolía propias de un viaje solitario, de una carretera sin fin o de un desierto a la luz de la luna llena. Si te dejas llevar, te envuelven de la misma manera que lo hace ese western filosófico de los años setenta, que es la película Paris-Texas del alemán Wim Wenders. Un alemán apasionado de la cultura estadounidense de la segunda mitad del siglo XX. En la película la banda sonora corre de parte de Ry Cooder nuestro otro protagonista. El cañón del colorado con sus impresionantes paisajes sirve de soporte visual a este tema inolvidable, con el mismo nombre que la película, París-Texas, que seguro también te suena, y que no es apto para salir de fiesta sino para reflexionar, buscar dentro de uno mismo.
Y quizás el paisaje no sea más que una construcción interior pero ni Cooder ni Isaak, por personal que sea su música, se pueden asociar a otro lugar que no sea la pradera norteamericana: Los cactus, las vastas extensiones y el horizonte sin fin. Las autopistas gigantescas, las botas de vaquero y los grandes luminosos de neón en medio de la nada. Como en el cine de David Lynch, como en las pinturas de Hooper o en la literatura de Kerouack. Todos ellos son una especie de vaqueros de autopista.
No debes dejar de escuchar a estos dos vaqueros, más aún si sueles viajar solo y te gusta perderte de vez en cuando.
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