Un gladiador leonés en Cenicientos
El origen de Cenicientos se le supone romano por la presencia de estos en localidades cercanas, allá por el año 218 A.C. Muchos siglos después de que las ordas romanas con sus soldados, centuriones y guardia pretoriana deambularan por sus tierras, ayer 15 de agosto del año 2021 un gladiador volvió a pisar las arenas, en este caso de la plaza de toros, de Cenicientos.
En este pueblo madrileño, antes lo era toledano, se lidian cada mes de agosto los únicos toros, de los que salen a los ruedos españoles, a los que no se les recortan los cuernos. Salen con sus defensas íntegras. Y cuanto más grandes mejor, porque desde su principios, el 14 de agosto que es el día del Toro, los vecinos se comían un toro de los que se lidiaban y en tiempos de hambruna cuanto más grande fuera el animal, más tenían para repartir. El tamaño del toro se ha ido conservando hasta nuestros días. En ninguna plaza salen ejemplares como allí. Tanto en tamaño como en caras. Espectacular.
Los que se ponen delante de estas moles, son TOREROS con mayúsculas. Hombres que se juegan su vida ante semejantes armas punzantes y musculosas. De los tres valientes que ayer salieron al ruedo corucho (gentilicio de Cenicientos),en la corrida concurso que se celebró: Fernando Robleño, Damián Castaño y Máxime Solera, sólo el torero leonés tocó La Gloria.
Ante dos inmensos enemigos que le tocaron en suerte, un jabonero de Prieto de La Cal y un burraco de Peñajara, Damián estuvo enorme. Tras templar con verónicas la potencia con la que salió su primer toro y tras un vistoso tercio de varas donde el animal acudió tres veces al caballo, el diestro nos obsequió en la muleta una exquisita tanda final con la mano izquierda que puso de acuerdo a todos los que allí estábamos. Antes, el jabonero le recordó al torero tras unas tandas con la derecha, que le había tomado la "matrícula".
Estaba claro que si mataba tendría premio. Pero en el guión de la tarde estaba escrito que antes del cielo tendríamos que pasar por otro sitio. Al entrar a matar y tras dejar una estocada media, en el embroque el torero topó contra la cara del toro, haciendo este por Damián en el suelo sin llegar a darle una cornada como todos nos temíamos viendo la arboladura de los pitones. Afortunadamente todo quedó en un corte en la ceja y una fuerte contusión que no le impidieron salir a matar a su segundo toro.
La tarde caminaba entre la imposible lidia del resto de toros que les había tocado a los otros dos de la terna, en el buen sabor de boca que había dejado Damián y a lo emotivo de verle salir nuevamente al ruedo para rematar su faena. El público le hizo saludar en el ruedo al leonés, antes de que saliera el de Peñajara, como premio al arrojo de estar nuevamente en la arena.
El toro que salió por toriles era una pintura. Precioso de capa y de hechuras. Nuevamente Damián lo recibió con verónicas. En el caballo el picador lució al toro, que tomó tres varas, y toda la cuadrilla lidió de forma excepcional al animal sabedores de lo que se estaba fraguando.
En la muleta Damián toreó de maravilla con series con la derecha e izquierda. Tan sólo faltaba la culminación de una estocada para abrir la puerta grande. El primer intento fue nulo. Rápidamente volvió a montar la espada para, esta vez si, dar un estoconazo fulminante. El palco concedió las dos orejas del toro a Damián y la vuelta al ruedo al toro. El torero leonés salió triunfador de la feria con tres orejas.
Ahora, nuevos escenarios esperan.
Señores empresarios, no hay excusa.
Enrique Gómez Arienza.