Canadá
Canadá, país de las montañas, bosques y lagos legendarios
En cuanto uno oye la palabra Canadá, se aparece un país inmenso, tanto que por extensión es el segundo, después de Rusia, o sea, unas veinte veces España. Lo que nos produce vértigo y a la vez curiosidad por conocerlo. ¿Quién no ha oído hablar de las Montañas Rocosas, el parque Nacional de Banff y los Grandes Lagos?
Canadá, además de un país rebosante de naturaleza, incluso salvaje e inabarcable, es una tierra hospitalaria, quizá porque es de todos, porque son muchos los inmigrantes que han ido a parar a este lejano Oeste en busca de aventura y una vida de porvenir. Aquellos que decidieron viajar en pos de la quimera del oro. Como fue el caso del escritor y aventurero Jack London, que sintió “la llamada de lo salvaje”, y otros, entre ellos algunos bercianos, incluso de Noceda, que en algún momento visitaron una parte de este extenso territorio, cuya población, unos treinta y tres millones de habitantes, no es mucho mayor que la que se concentra en el área metropolitana de Tokyo. Canadá es asimismo el territorio de una Navidad de cuento, nevada y luminosa, con sus trineos y leñadores, caribús y osos, no del todo amorosos, sus glaciares y extensos parques con abetos de Douglas y gigantescos y milenarios cedros rojos, sus hojas de arce y castores como símbolos nacionales. Todo esto es Canadá y mucho más. Pasen y vean.
VANCOUVER, CIUDAD OLÍMPICA EN 2010
Este verano tuve la ocasión de viajar al Oeste canadiense, en concreto a Vancouver y la Isla de Vancouver, lugares que recomiendo a los lectores, y sobre todo a quienes aman los deportes y la naturaleza en todo su esplendor. La ciudad de Vancouver será la anfitriona de los próximos Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Invierno, en febrero de 2010. Así que, aquellos que dispongan de vacaciones, ya pueden ir preparando equipaje. La cita será en el monumental BC Place Stadium. Sólo por su situación geográfica, entre el Océano Pacífico y las montañas, ya merece una visita. Y aparte de sus encantos naturales, como los parques y/o bosques -integrados a la perfección en la ciudad-, sus playas y montañas costeras, cuenta con numerosos atractivos.
ENCANTOS NATURALES
Sus parques naturales le ponen los dientes largos a cualquier visitante. Conviene recordar que en Canadá existen unos cuarenta parques Nacionales y un buen número de parques provinciales, que no se ven adulterados con puterías varias, como está ocurriendo con nuestros paisajes bercianos. Algunos políticos y empresarios españoles, de raigambre carpetovetónica, deberían darse una vuelta por este país modélico en tantas cosas. El amor de los canadienses por su naturaleza y los animales es algo extraordinario. “Sorry”, le dice el dueño a su perro, al pisarlo. “Sorry” es una palabra muy en boca de los canadienses, tal vez su preferida, como me dijera Karen, una nativa que me dio buenas lecciones, y me ayudó a descubrir Vancouver. Gracias también al padre de Karen, el señor Rusk, que me acogió en su casa con vistas al mar, y me paseó en su porsche rojo por la ciudad de Victoria, la capital de la Columbia Británica. La ciudad de Vancouver cuenta con varios atractivos naturales como el Stanley Park o el Pacific Spirit Regional Park. Asimismo, llaman poderosamente la atención el Capilano Suspension Bridge, el Lynn Canyon Park y Grouse Mountain. El Stanley, cuya extensión supera las 400 hectáreas, es un lugar muy querido por los habitantes de la ciudad, sobre todo por quienes practican deportes, y todos aquellos que aman los espacios verdes. En este espléndido bosque hay, además de un lago, el Beaver y una laguna, la Lost Lagoon, uno de los mejores acuarios de América. El visitante también puede disfrutar con los pintorescos Totem poles, que nos devuelven a los ancestros amerindios, y muchas otras atracciones, incluso una réplica de la sirenita de Copenhague, conocida como Girl in Wetsuit, colocada en el mar a orillas del Seawall, el paseo costero que bordea el parque. Es una visita obligada, que no tiene desperdicio, y en verano sirve como escenario musical. Próximo al Stanley se halla otro de los lugares más bellos de la ciudad, el puerto o Coal Harbour, desde donde se tienen sublimes vistas de la ciudad. En el Pacific Spirit Regional Park, aún más grande que el Stanley Park, está la Universidad de la British Columbia y el Museo Antropológico. Al Capilano se puede llegar a pie desde el centro de la ciudad, cogiendo la West Georgia Street, aunque la caminata es larga. No obstante, si uno dispone de tiempo y le gusta andar entre la naturaleza, merece la pena. El Capilano es un entorno natural de singular belleza, donde se encuentra el puente colgante peatonal más largo del mundo. Aunque es un sitio demasiado turístico y la entrada no resulta nada barata, conviene sentir la embriaguez que procura cruzarlo de un extremo a otro y oxigenarse en medio de un bosque encantado de cedros y abetos de Douglas, comunicados por otras pasarelas de madera. Si uno no quiere gastarse nada, también puede visitar el Lynn Canyon Suspension Bridge, otro puente colgante, que resulta menos impresionante que el anterior pero no es tan concurrido. Grouse Mountain es otro de los lugares recomendables. Un parque de atracciones donde se pueden practicar algunos deportes, y disfrutar de la compañía de los osos grizzlies, aparte de espectáculos hechos por y para los turistas, y las vistas sobre la ciudad de Vancouver, si el día está despejado. Dejamos otros atractivos turísticos para una próxima entrega.
Manuel Cuenya