Y una vez más, en este semanal repaso de la actualidad autonómica, nos encontrarnos con la grandilocuente frase de turno que, en cuanto se analiza mínimamente, aparece, también una vez más, totalmente vacía de contenido y, lo que es mucho peor, de verdad.
Y el protagonista es el Presidente de la auto-NO-mía que padecemos, el leonés de nacencia pero castellano de sentimiento, Alfonso Fernández Mañueco.
Evidentemente, el Presidente, está preocupado por el anhelo leonés de autonomía propia, anhelo comprensible para cualquiera que mire un mapa político de España de 1978, año de aprobación de la Constitución, pero que desestabiliza completamente a los políticos de esta auto-NO-mía que, tal y como comenté la semana pasada en mi artículo ¿Por qué les da miedo la Autonomía Leonesa...? tienen casi las mismas reacciones de rechazo ante un derecho plenamente constitucional, sean del gobierno o de la oposición.
Pero en esta ocasión vamos a dedicarnos al Presidente que, al parecer, con más nervios de lo que él mismo está dispuesto a admitir, se está dedicando a prometer sin tiento todo tipo de mejoras a los leoneses, fiel a la máxima, que la Junta lleva cumpliendo a rajatabla desde 1983, de que “Prometer y no dar, no descompone casa”.
Así pues, no sólo promete impulso económico a León para generar oportunidades, sino que anuncia más competencias para el Consejo General del Bierzo, todo ello encaminado a desactivar las mociones por la Autonomía Leonesa que, como lluvia fina, se siguen sucediendo por la geografía leonesa.
Hay que reconocer que resulta bastante penoso su forma de tratar de acabar con lo que ellos llaman la “desafección” leonesa porque entraña un reconocimiento de que, hasta ahora, han maltratado a una de las dos partes de la comunidad y racaneado hasta la extenuación las inversiones que debieran haber hecho en ella.
Pero lo que sobrepasa el límite del surrealismo es que se atreva a sacar pecho y a decir que esta autonomía que padecemos representa “un modelo de «éxito» que nació hace 37 años, cuando Castilla y León se constituyó oficialmente como Comunidad Autónoma”.
¿Cómo es posible que hable de “modelo de éxito” cuando las provincias leonesas se encuentran en los últimos puestos de España en los indicadores de renta y en los primeros en cuanto a despoblación y paro, mientras las provincias castellanas, excepción hecha de Ávila cuyos números no son tan buenos, tienen unas rentas superiores al 100% de la renta media europea? ¿Es un éxito conseguir semejantes desequilibrios en una división administrativa a la que pretenden presentar como una comunidad?
Y todavía resulta más insultante semejante definición cuando, como sucede desde hace algún tiempo, nos enteramos que el modelo sanitario de la Junta para el mundo rural es cerrar un 60% de los consultorios médicos y crear una Red de Soporte Vital Social de voluntarios, trasladando a los voluntarios una responsabilidad médica para la que, por mucho que les den cursillos, no van a estar preparados.
¿Es éste su modo de luchar contra la despoblación rural? ¿Suprimir la atención médica, tan necesaria para los envejecidos pobladores de los pueblos y sustituirla por unos voluntarios que, en el mejor de los casos, sobrepasarán la edad de la jubilación, dado el envejecimiento añadido a la despoblación que padecemos?
¿Dónde pretenden “esas cabezas pensantes” dejar el principio de igualdad consagrado por la Constitución? ¿Es ésta, entonces, su manera de demostrarnos cómo la respetan y su preocupación por revertir la situación de despoblación que se ceba, principalmente, en las provincias leonesas? Porque no nos engañemos, casi el 90% de la emigración de la comunidad procede de nuestras tres provincias. Otro dato que, al igual que el de la renta per cápita, echa por tierra la pretensión de que nos encontramos ante una comunidad igualitaria.
Y que no se esfuerce la Junta en su “esfuerzo de pedagogía” porque, aunque les pese, las diferencias existentes entre la parte leonesa y la parte castellana de esta auto-NO-mía, echan por tierra todo el discurso que quieran tratar de construir sobre los supuestos beneficios de un supuesto proyecto común y del trabajo de la Junta en favor de las nueve provincias.
Sinceramente, leyendo todas estas noticias, no me queda muy claro si al Sr. Fernández Mañueco le hace falta un diccionario para aprender la diferencia entre “éxito” y “fracaso” o se trata de un cínico de libro que une la burla al desprecio.
Alicia Valmaseda Merino