De la pre-normalización lingüística (III)
Sobre la base de las dos primeras mentiras (el catalán es al lengua propia de Cataluña —cf. Buscador nº 58, enero 2016— y, por lo tanto, necesidad de proceder a su “normalización” —Buscador nº 59, febrero de 2016—), se tomaron una serie de medidas y se crearon las condiciones para llevar a cabo la normalización (?) del uso del catalán. Sin embargo, desde un principio, los responsables de la misma lo tuvieron muy claro: la normalización lingüística del sistema educativo de Cataluña era, es y será el instrumento más eficaz y operativo para imponer, a medio y a largo plazo, el uso del catalán en todos los ámbitos. Por eso, la política lingüística educativa se convirtió, al mismo tiempo, en objeto y en instrumento fundamental y preferente de la normalización.
Por este motivo, desde el primer momento de la transición política española (1975), se cuidó, se mimó y se puso el acento en el proceso de normalización lingüística del sistema educativo de Cataluña. Ahora bien, antes del inicio de la transición política, distintos colectivos —con objetivos diferentes y, a veces, contradictorios— ya se habían planteado el porqué y el cómo llevar a cabo la normalización lingüística del sistema educativo catalán. En consecuencia, ante los cambios inevitables que se avecinaban, empezaron a preparar el terreno de lo que vendría después, determinando el devenir de este aspecto prioritario de la política catalana. Se barajaron dos fórmulas estratégicas y, además, se tomaron dos precauciones para testar la política lingüística a llevar a cabo en Cataluña. Estas fórmulas y estas precauciones son el objeto de nuestra reflexión de hoy.
En Cataluña, en los años 60 y 70, aprovechando ciertos márgenes de tolerancia de los poderes públicos de la época, fueron muchas las instituciones, tanto privadas como públicas, ocupadas y preocupadas por la recuperación del uso del catalán. Sin embargo, entre ellas sobresalen dos.
Por un lado, Omium Cultural, entidad fundada en 1961, con el objetivo de defender y de fomentar la lengua y la cultura catalanas, así como de promover la autodeterminación y la independencia de Cataluña. Con estos propósitos, empezó a organizar actos culturales, a planificar la enseñanza del/en catalán y a ocuparse de la formación del profesorado para impartir esta enseñanza. Con este fin, sufragó los gastos de profesorado, puso en marcha seminarios de profesores que enseñaban el catalán y en catalán, planificó cursillos de metodología, otorgando el diploma de “Mestre de Català” (Maestro de Catalán), y aseguró el asesoramiento en las programaciones de la enseñanza de esta lengua. En los años 70, inició su implantación, abriendo delegaciones y sedes en todas las comarcas y ciudades más importantes de Cataluña.
Por otro lado, en 1965, se creó la Associació de Mestres Rosa Sensat, otra institución preocupada tanto por provocar una renovación pedagógica en el sistema educativo de Cataluña como por “catalanizar la escuela”, desde el punto de vista lingüístico y cultural. Por eso, preconizó un “modelo de bilingüismo escolar” en las escuelas catalanas, recuperando la tradición pedagógica catalana, la política lingüística de la Segunda República Española (cf. Decreto Marcelino Domingo, 1931) y principios universales de pedagogía. Para ello, esta asociación utilizó, entre otros medios, las escuelas de verano, los cursillos para maestros y sus publicaciones didácticas.
Estas dos instituciones trabajaron en la misma dirección (“catalanizar la escuela”), pero desde ópticas distintas, lo que llegó a producir cierta tensión entre ellas. En un opúsculo de 1972, se expone la filosofía de Rosa Sensat sobre la “catalanización de la escuela” y el papel de la lengua en el sistema educativo catalán. Con argumentos de eficacia pedagógica y de necesidad psicológica, se defendía, para los primeros cursos de escolarización (hasta los 12 o 14 años), el empleo de la “lengua materna” del alumno (catalán o español) como lengua de enseñanza o vehicular en el sistema educativo catalán. En contraposición, Omnium Cultural defendía y sigue defendiendo una escuela sólo en catalán, desde el primer día de clase y para todos los alumnos; es la política del “café para todos”, sea cual sea la lengua materna o propia de cada alumno. Ahora bien, a día de hoy, la Asociación Rosa Sensat también se apeó del carro del “bilingüismo escolar”, renegó de su fe psicopedagógica y se sumó a lo políticamente correcto, defendido siempre por Omnium Cultural y por la casta política catalana.
A la labor realizada por estas dos instituciones (Rosa Sensat y Omnium Cultural) se debe añadir el papel jugado por los Institutos de Ciencias de la Educación (ICEs) de las Universidades Catalanas y, en particular, por el ICE de la Universidad de Barcelona. En éste, bajo la dirección de Miquel Siguán, se impulsó, a partir de 1970, una investigación-acción de enseñanza experimental del y en catalán en la Escuela Aula y en otros centros de Cataluña, con el fin de explorar “la posibilidad y la eficacia de una enseñanza bilingüe”. Y, por otro lado, se organizaron anualmente, desde 1974, “seminarios sobre el bilingüismo y la enseñanza bilingüe”. Las conclusiones de esta investigación-acción y de estos seminarios, así como las de una Comisión mixta (Generalitat-MEC), que se creó en 1982 y de la que formaban parte algunos de los participantes en los precitados seminarios (entre ellos, M. Siguán), coincidieron con las tesis de Rosa Sensat: se debería impartir una enseñanza de y en las lenguas oficiales (catalán y español); sin embargo, las primeras enseñanzas se deberían hacer en la lengua materna o propia del alumno, para introducirlo progresivamente en el estudio de la otra lengua; en caso de que, en un mismo territorio, hubiera escuelas con distintos modelos lingüísticos, se debería respetar la opción lingüística elegida por los padres; el objetivo final debería ser el “bilingüismo equilibrado” y, para ello, era necesario actuar con tacto y flexibilidad.
Estos precedentes “pre-normalizadores” prepararon los primeros pasos reales en la recuperación intensiva y extensiva de la enseñanza y del uso del catalán en el sistema educativo de Cataluña. Ahora bien, estos primeros pasos fueron inspirados por las tesis psicopedagógicas de Rosa Sensat y Miquel Siguán, que triunfaron sobre la propuesta simplemente política y radical de Omium Cultural y que permitieron una primera “normalización flexible, racional y razonable” de la lengua catalana en la enseñanza no universitaria de Cataluña, entre 1975 y 1992. Ahora bien, esta primera normalización (?) no tuvo larga vida y fue sustituida por una “normalización radical”, políticamente correcta, pero psico-pedagógicamente criticable e inaceptable. Este cambio de paradigma será objeto de dos nuevas entregas, en la que presentaremos y analizaremos las dos etapas que se pueden distinguir en la mal llamada normalización lingüística del sistema educativo catalán.
Coda: «Je ne demande pas à être approuvé, mais à être examiné et, si l’on me condamne, qu’on m’éclaire » (Ch. Nodier).
González ©
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