El Técnico
El otro día me contaron una historia que no acabo de creer del todo. Creo que es una historia posible o imaginada más que real. Imaginen que estamos en el idílico país encantado que es El Bierzo. En el presente. Se convoca una plaza provisional de Técnico, (es un decir podría ser un administrativo, un bedel, lo que quieran) de un centro dependiente de un ayuntamiento ,”técnico en fisión nuclear” para no dar muchas pistas y además está de moda. Como pasa en todos los ayuntamientos de este país se aplica la norma de lo nuestro para nosotros, es decir, el criterio válido siempre será que el candidato o candidata finalmente elegido sea de la casa o al menos, tenga enchufe o parentela con los de casa.
La convocatoria avanza. Gente muy válida se deja al margen a las primeras de cambio por motivos baladíes como no tener carnet de conducir, la plaza no lo requiere. Finalmente queda una lista de cuatro candidatos seleccionados para la prueba final: algo tan objetivo como una entrevista personal (que cachondos). De un día para otro, un candidato que no estaba entre esos cuatro primeros es ascendido en la lista de forma mágica, engrosando el grupo de cabeza. Este repescado del pelotón es quien se hace finalmente cargo de esa plaza provisional. Cousas de meigas.
El siguiente paso consiste en que el candidato consiga la plaza ya de forma fija, como por ejemplo, pongamos por caso (estamos elucubrando) la de dicho puesto de “fisión nuclear municipal”. Y a esta tarea dedica sus esfuerzos durante años este mediocre pero voluntarioso trabajador del consistorio. Como no tiene ni idea, ni experiencia, ni nada, tiene que ir acumulando curriculum y dedicar mucho tiempo al control de todo lo que acontece en el ayuntamiento, a los contactos, a la prensa, a los movimientos de la gente en una espiral de espionaje y contraespionaje. Lo sabe por experiencia. Sabe como llegar a los sitios y mantenerse, contra viento y marea. Esta es la fase de meter los focicos en todo, de autoproclamarse técnico municipal, confundiendo sus deseos con la realidad; este es el tiempo de asesorar y de aprovechar el tiempo para ir vinculando al centro en el que trabaja a sus amigos. En este largo camino, nuestro mediocre y voluntarioso protagonista (ficticio, recordemos) hace un trabajo fino. Sabe que su posición no depende de su eficacia (es un inepto), de su formación (inexistente) o de su experiencia (nula) si no de su relación de amistad con el concejal de turno y de su parentesco con gente del ayuntamiento, pongamos por caso, el secretario. Sin embargo, este trabajo fino no le permite alcanzar su objetivo. El ayuntamiento no tiene cuartos para sacarle la plaza. Pero el no desespera.
La segunda estrategia de un mediocre es hacerse imprescindible sin hacer nada. Hay que mostrar a los demás el enorme trabajo que llevas a cabo. Y comienza la vorágine, el vértigo. Sabe que tiene que estar día si y día también en las hojas parroquiales y los noticiarios locales. El impacto mediático es fundamental. Vale todo. Encontrar descubrimientos inexistentes, expoliar el trabajo de otros, organizar visitas guiadas, etc.
En su camino no se detiene ante nada. Aún así, su objetivo final se resiste. Entretanto, la vanidad Le puede y le juega malas pasadas, haciendo ridículos espantosos. Pero da igual. El show debe continuar. No sabe nada de “fisión nuclear”, no sabe escribir ni un mísero párrafo con una idea original, no lee y no entiende lo que lee cuando da con literatura para técnicos mínimamente normal. Pero él a lo suyo, aconsejando neciamente a políticos ignorantes, sentando cátedra.
Y pasa el tiempo y no llega el premio. Mientras, el va ganando más garbanzos trabajando incluso para la empresa privada, en controles de obra y haciendo estudios el, que no sabe diferenciar una central térmica de una gasolinera. Aparte de conspirar y difamar, dedica parte de su horario en el centro a trabajar para otros. Eso si, en un ejercicio más de cinismo, pasado un tiempo prudencial, este hombre solicita la compatibilidad laboral a la institución pública que le paga. Todo un auténtico crack.
Y la historia sigue. Según me cuentan, nuestro mediocre y voluntarioso trabajador aún no alcanzó su objetivo y todavía no se dio cuenta de su débil posición, una posición que no depende de su capacidad y de su profesionalidad, si no de una supuesta relación de amistad con un político.
Se olvida de que a todo cerdo le llega su San Martín.
Me hizo cavilar la historia de este mediocre y voluntarioso trabajador del ayuntamiento de turno. Quien de nosotros no conoce personajes así en cada ayuntamiento de nuestra tierra?
Porca miseria.
Víctor M. García
(Veterinario)