En el sistema político español, toda elección (municipal, autonómica o general) es seguida por lo que los políticos profesionales denominan, utilizando un lenguaje políticamente correcto, las consultas y las negociaciones para pactar y formar gobierno municipal o autonómico o nacional. A propósito de estas consultas-negociaciones, yo prefiero hablar, más bien, utilizando un lenguaje cervantino, de contubernios o de conversaciones en la sombra, en los modernos “patios de Monipodio” poselectorales.
Miguel de Cervantes sitúa en este escenario (el patio de Monipodio) el inicio de la intriga de una de sus Novelas ejemplares, Rinconete y Cortadillo. En esta novela corta, Cervantes narra cómo Pedro de Rincón y Diego Cortado llegaron a la casa de Monipodio, sita en Sevilla; y cómo fueron recibidos, en el patio de su casa, por los miembros de la cofradía del crimen y del latrocinio, regentada por Monipodio, al que todos obedecen y respetan, a pesar de ser un “hombre bárbaro, rústico, desalmado e iletrado”. Aquí, en este patio, Monipodio les dio la bienvenida al sindicato del hampa, los bautizó con los nombres de Rinconete y Cortadillo, al tiempo que les asignó un territorio para cometer sus fechorías y los instruyó en el arte de las gentes de mal vivir (como ladrones y rufianes), para conseguir rápidas ganancias ilícitas, sin dar un palo al agua.
Esta novela corta de Cervantes me ha permitido imaginar lo que debe pasar en los distintos municipios y en las sedes de los partidos políticos, después de unas elecciones municipales, autonómicas o generales. Las reuniones, las consultas y las negociaciones de los electos y de las cúpulas de los partidos deben ser también contubernios o conciliábulos; y deben parecerse mucho a lo que sucedía en el “patio de Monipodio”: mercadeo, intercambio de cromos, reparto del botín electoral, atribución de “tetos” —así son denominados, en Almagarinos, pedanía del Bierzo Alto, los pezones de las vacas— para amorrarse a las ubres de los presupuestos públicos, y ocupación de un lugar en el cubil de la vida política.
En efecto, concluidas las elecciones del pasado 24 de mayo, han empezado las consabidas reuniones y negociaciones. Éstas se han desarrollado en la penumbra de los “patios de Monipodio” de los partidos, entre aquellas formaciones que han conseguido representación en los comicios municipales y autonómicos, con el fin de ponerse de acuerdo en el reparto de los puestos y del poder. En este mercadeo opaco, sin luz ni taquígrafos, podemos distinguir dos situaciones diferentes, pero muy relacionadas entre sí y, además, con muchos puntos en común.
Por un lado, está la situación en que ningún partido ha conseguido la mayoría absoluta. Es el caso en todas las CC.AA. y en la mayoría de los Ayuntamientos en las elecciones del pasado 24 de mayo. En este caso, los partidos escenifican exigencias no negociables o líneas rojas que no se pueden traspasar. Ahora bien, todo esto es una pura pose o una comedia, forma parte del guión y constituye un canto a la galería. En el fondo, todos los partidos negociadores quieren tocar poder y el mayor poder posible. En realidad, con estas negociaciones no se trata de analizar qué problemas de los ciudadanos habría que abordar y cómo hacerlo, ni tampoco de cómo gestionar la “res publica”, ni de cómo actuar para que esta gestión sea transparente y democrática,… sino de repartirse, sólo aparentemente a cara de perro, el pastel del poder.
Por otro lado, está la situación en que algún partido ha conseguido la mayoría absoluta en un ámbito determinado (municipal o autonómico). En las elecciones del 24 de mayo, no ha sido el caso en el ámbito autonómico, pero sí en parte de los municipios. En este caso, la negociación-distribución de puestos se produjo, entre los militantes del partido, antes de las elecciones, en el momento de la confección de las listas, que son siempre fruto de intrigas y de tejemanejes para situarse en los primeros puestos de las mismas. Lo de “las primarias” y lo de las “listas abiertas” son un brindis al sol y una pura filfa. Ahora bien, el lugar en las listas, así como los puestos y las responsabilidades a asumir no recaen, en general, sobre los militantes más honestos, mejor preparados y más competentes, sino sobre aquellos que han sido sumisos, que han tragado carros y carretas, que no se han movido y que, como hubiera dicho Alfonso Guerra, han salido en la foto. De ahí que los ungidos, por “decisión digital” del jefe de turno, tengan que rodearse de un ejército de “asesores” y sean, en demasiadas ocasiones, como el cervantino Monipodio: “hombres bárbaros, rústicos, desalmados e iletrados”.
Y luego, con estas dos modalidades de reparto del poder (sin o con mayoría absoluta), ha sucedido y sucede, en la vida política española, lo que todos sabemos: ausencia de músculo ético en la casta política y michelines mórbidos para la salud democrática de la sociedad hispánica (latrocinios, corrupción generalizada, malversación de caudales públicos, despilfarro de recursos públicos —Plan E1 y E2, aeropuertos por doquier, Km. de AVE y de autopistas innecesarios, por dar sólo algunos ejemplos— chanchullos sin cuento, opacidad en la gestión de la “res publica”, habilitación de “puertas giratorias”… Que sais-je encore?).
En las actuales negociaciones poselectorales, los partidos, de antiguo cuño (PP y PSOE) o de nuevo cuño (Podemos y C’s, principalmente), han seguido o están siguiendo la hoja de ruta que acabamos de describir. Para empezar, nos han hecho votar a tientas, si es que no a ciegas: nos han idiotizado con sus mensajes vacíos de contenido y sus seudo-debates (verdaderos shows) a la altura de “Sálvame”. Y, ahora, en este momento poselectoral de reparto del pastel del poder, no hacen gala de altruismo ni de transparencia. Se comportan, más bien, como los rufianes del sombrío y lúgubre patio de Monipodio, sin luz ni taquígrafos, preocupados solo por el inmediato beneficio personal y partidista.
En efecto, los partidos emergentes (Podemos y C’s), de los que depende, en estos momentos, la gobernabilidad de las CC.AA. y de muchísimos ayuntamientos, han esperado hasta las elecciones del 24 de mayo (24M) para no dar a conocer las cartas que van a jugar en la formación del Gobierno de Andalucía. Y, después del 24M, se la están cogiendo también con papel de fumar, pensando sólo en las elecciones generales del próximo noviembre y no en la solución de los acuciantes problemas de la ciudadanía.
Este espectáculo censurable denota que, a los de la casta política (la añeja y la neófita), les viene como anillo al dedo aquella cita crítica de Churchill, que reza así: “el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Ante este triste y politicastro espectáculo, los ciudadanos debemos esperar lo peor ya que, como dice un aforismo político, “la política hace extraños compañeros de cama”. Y, como correlato, la ciudadanía sólo podemos seguir desconfiando de la casta política, de la antigua y de la nueva. ¿Dónde han dejado los principios, los valores y sus tan cacareados “códigos éticos”? ¡Qué lejos estamos de aquel eslogan que puso en circulación C’s, pero que ya ha olvidado y abandonado en el desván de los recuerdos: “Solo nos importan las personas”!
| Manuel I. Cabezas González ©
www.honrad.blogspot.com