UNIVERSIDADES A LA BOLOÑESA

En 2010 empezó a aplicarse —con carácter general— en las universidades españolas, el denominado Plan de Bolonia, que debe su nombre a la ciudad italiana donde los ministros de educación firmaron la llamada Declaración de Bolonia (1999). Con él se puso en marcha el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). En este espacio y con este espacio, se pretende provocar una convergencia en la enseñanza superior europea, para propiciar, como sucedía en la Edad Media, la movilidad de estudiantes, de titulados y de profesores entre todos los países firmantes. Además, este espacio debe permitir poner en marcha la “Europa del conocimiento”, base del crecimiento y del bienestar futuros de los europeos. Se trata, podríamos decir, de una especie de “globalización universitaria europea”, con todo lo que tiene de positivo y de negativo el concepto de globalización.

El EEES y la implantación que se ha hecho en España han tenido defensores, pero, sobre todo, muchos detractores (cf. revista Campus de l’Autònoma*, nº 59; y J. Llovet**), cuyos puntos de vista no es el momento de presentar ni analizar aquí, en este texto. Hoy, quiero centrarme en una cuestión muy precisa: la nueva oferta de estudios universitarios a la boloñesa. El Plan de Bolonia da a las universidades una mayor libertad para diseñar y ofertar nuevas titulaciones y así poder adecuar los estudios universitarios a las necesidades socioeconómicas de los países de la UE. Para analizar, concretar y ejemplificar esta cuestión, voy a centrarme en la oferta de estudios de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

¡Qué lejos estamos del ideario educativo que Michel de Montaigne concentró en esta píldora, que no se han auto-administrado los que están en el origen de los nuevos planes de estudios universitarios a la boloñesa!: “Mieux vaut une tête bien faite qu'une tête bien pleine” (“Vale más una cabeza bien organizada que una cabeza bien llena”).Haciendo uso de esta libertad, los distintos departamentos de la Facultad de Letras han ofertado trece “grados” (i. e. tipos de estudio) en el ámbito de las Humanidades y Ciencias Sociales; y diez “grados combinados”, compuestos de dos filologías distintas (inglés/español; francés/inglés; catalán/clásicas; etc.). Para la obtención del “grado” en una filología, los alumnos deben cursar 240 créditos ECTS (Sistema Europeo de Transferencia de Créditos), a lo largo de 4 años (4 años x 60 créditos anuales = 240 créditos). Cada uno de estos créditos equivale a 25/30 horas de trabajo. El “grado” proporciona a los alumnos una formación general en una filología determinada, pero no una especialización, que sólo podrán adquirir con el “máster” (un año más de estudios).

En el caso de los “grados combinados”, los alumnos obtendrán un grado en dos filologías (inglés/español; francés/inglés; catalán/clásicas; etc.). Ahora bien, para obtener este doble grado, los alumnos sólo tendrán que hacer 240 créditos: 120, en una lengua; y 120, en cualquier otra lengua. Debo precisar que, a partir de una pequeña muestra del departamento de Filología Francesa, eligen un “grado combinado” la mayor parte de los alumnos (entre un 50 y un 100%).

Esta oferta de “grados combinados” y los datos sobre la aceptación de los mismos por parte de los alumnos de la Facultad de Letras de la UAB merecen una sucinta reflexión. Si el Plan de Bolonia se ha propuesto personalizar las enseñanzas, así como homogeneizar y adecuar la formación universitaria a las necesidades socioeconómicas de los países europeos y facilitar así la inserción laboral de los jóvenes “graduados” y “masterizados”, ¿cómo se puede explicar y justificar la oferta de esa formación híbrida y devaluada de los “grados combinados”?

Es un lugar común y una perogrullada afirmar que el “grado” en cualquiera de los estudios impartidos en la Facultad de Letras no proporciona a los alumnos una formación satisfactoria ni funcional, ni tampoco una especialización (cf. J. LLovet, 2011). De ahí que tengan que hacer el máster correspondiente. Por cierto, éste no es el caso en todos los países de la UE. Por ejemplo, en Francia, al final del cuarto año, los alumnos terminan, en general, sus estudios y empiezan una actividad profesional. Si esto sucede en un “grado” puro y duro (240 créditos), ¿qué se puede esperar de los “grados combinados”, en los que los 240 créditos se distribuyen entre dos filologías (120, para una lengua; y 120, para la otra)? Por eso, podríamos afirmar que esta formación híbrida es un sucedáneo de formación, una formación devaluada, un engaño en toda regla y un secuestro del futuro laboral, económico, social y personal de los jóvenes universitarios, que han hecho o hagan esta elección. En efecto, este simulacro de formación no podrá ser mercado en el mundo laboral, ya que no será operativa. Y esto ya no se podrá arreglar ni con un máster ni con dos.

Es legítimo preguntarse cómo y por qué los equipos directivos de los Departamentos y del Decanato de la Facultad de Letras, del Rectorado de la UAB y de los servicios centrales del Ministerio de Educación han podido dar "el nihil obstat y el placet" a estos “grados combinados”, que van a convertir a los “bi-graduados” en minusválidos indigentes y en marginados, en un mundo cada vez más globalizado y competitivo. ¿Acaso se ha pensado en ampliar los horizontes y las perspectivas de futuro para los alumnos, como ha afirmado la Decana de la Facultad de Letras? No lo creo. ¿O, más bien, no se está hipotecando y poniendo en entredicho el futuro de los estudiantes, al subordinarlo a los intereses de la Universidad, de la Facultad de Letras y de los Departamentos en mantener y/o incrementar el número de estudiantes, en preservar puestos de trabajo del personal docente y en comercializar y vender, a precio de mercado, los másteres? Sí, esto es lo que creo. ¿Dónde han quedado la ética, los principios, los valores y la deontología profesional no sólo de los hacedores de los planes de estudios a la boloñesa sino también de nosotros, los profesores, que estamos aplicando, de forma acrítica y sin abrir la boca, el Plan de Bolonia?

¡Qué lejos estamos del ideario educativo que Michel de Montaigne concentró en esta píldora, que no se han auto-administrado los que están en el origen de los nuevos planes de estudios universitarios a la boloñesa!: “Mieux vaut une tête bien faite qu'une tête bien pleine” (“Vale más una cabeza bien organizada que una cabeza bien llena”). La cabeza, los futuros graduados de letras no la tendrán ni bien organizada ni bien llena. Por eso, le pregunto, como Pedro a su Maestro, a esta universidad del siglo XXI: Quo vadis, Hispana Universitas Bononiensis?

(*) El Campus de l’Autònoma nº 59 (Noviembre 2011), dossier “Les dues cares de Bolonya”, pp. 2-11.

(**) Jordi LLovet (2011), Adéu a la Universitat. L’eclipsi de les humanitats, Galàxia Gutenberg, Cercle de Lectors, Barcelona.

|A Pepe Cancillo, el Cicerón de Almagarinos

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