Esta historia me la compartió mi amigo José Luis, quizás la vivió con su maestro que también es el mío, o puede que no. La historia comienza así:
Un muchacho se acerca a su maestro y le dice:
- "Maestro, ¿Por qué me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada? Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?"
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- Cuánto lo siento, muchacho. Ahora no puedo ayudarte. Debo resolver primero mi propio problema. Quizás después. Y haciendo una pausa agregó: "si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar".
- Encantado, maestro -titubeó el joven- pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
- Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó: "Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete antes y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas".
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de 100 personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
El joven entró en la habitación y le dijo al maestro.
- Maestro, lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo: "Dile al maestro, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más de 58 monedas de oro por su anillo.
- ¿58 monedas? -exclamó el joven-.
- Sí, replicó el joyero. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé si la venta es urgente. El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. Y ese experto sólo puede ser el que te creó. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.
¿Alguna vez te has preguntado cómo te ve Dios?
Yo veo a través de la Biblia hombres y mujeres que no tenían nada de especial, no tenían cualidades especiales que les hicieran merecerse ser llamados por Dios, de hecho la mayoría de ellos eran personas normales como nosotros, con sus virtudes sí, pero con muchos defectos, sin embargo Dios no busca personas especiales para llevar a cabo su obra, sino que Él los hace especiales.
Por ejemplo: Un Abraham de muy avanzada edad elegido especialmente para que por medio de el Dios levantara a un pueblo suyo. Un Jacob que toda su vida usurpo lo que no era suyo, pero Dios lo transforma y lo llama por primera vez como “Israel”. Un Moisés con un carácter impulsivo que asesino a un egipcio, Dios lo lleva al desierto y lo convierte en el hombre mas manso sobre la faz de la tierra, ideal para ser el caudillo que libertaria a su pueblo de la esclavitud egipcia.
Un Jeremías temeroso y llorón que Dios utiliza para predicar a su pueblo durante muchos años. Un Jonás desobediente y rebelde que Dios utiliza para llevar un mensaje especial a la ciudad de Nínive.
Jesús elige a doce hombres normales, comunes, sin nada especial en ellos: Un Pedro con un carácter fuerte e impulsivo, un Judas que le gustaba tomar lo ajeno, dos hermanos Juan y Jacobo llamados “Los hijos del trueno” peleoneros y con poca tolerancia. Un Simón el Zelote con ideas revolucionarias terrenales y no espirituales. Un Mateo que por ser cobrador de impuestos de su mismo pueblo, era tenido como traidor. Un Tomás con poca fe y así cada uno de los doce no tenía nada de especial y es que eso es lo hermoso de Dios, no toma lo especial, sino que lo hace especial.
Al igual que cada uno de los personajes que te he descrito nosotros no éramos especiales, no teníamos ningún don que nos hiciera merecedores del favor de Dios, es más la mayoría de nosotros ni sabíamos que teníamos algunas cualidades o dones que ahora desarrollamos para el Señor y eso es lo especial de Dios.
Quizá los últimos días te has sentido despreciado por la gente, quizá tu misma familia te ha dado la espalda. Puede que durante toda tu vida has escuchado frases de desprecio hacia ti, quizá tus mismos padres te dijeron algo que marco negativamente tu vida y cada palabra o frase que has escuchado durante toda tu vida te ha llevado a pensar que no eres especial para Dios, pero ¿sabes qué? Dios no busca gente especial, Él nos hace especiales.
Si tu le permites entrar a tu corazón y gobernar tu vida, desde ese día Dios comenzará a realizar una obra especial en ti. No eras especial, pero ahora Dios te ha hecho especial para Él.
Comienza (D.M) el año 2017, deseo que la paz y el gozo estén todos los días del año en tu vida y en la mía.
| Gonzalo García Vázquez
Experto financiero & Inmobiliario