El Programa de Protección Internacional (PPI) del Hospital San Juan de Dios de León, que financia el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, ampliará su número de plazas de 45 a 65 con la apertura de una veintena destinadas a las personas que huyen de la guerra en Ucrania, “principalmente mujeres, niños y ancianos”.
En este sentido, ha puesto en marcha una campaña para encontrar propietarios que ofrezcan sus viviendas en alquiler a las familias de refugiados que recalen en la provincia tras ponerse a salvo de un conflicto armado que amenaza con recrudecer la crisis de materias primas fundamentales. “El objetivo es habilitar cuatro nuevos pisos donde poder alojar a quienes busquen un refugio”, ha explicado Dolores Queiro, coordinadora de un Programa de Protección Internacional que en 2021 ha acompañado a 149 personas -94 adultas y 55 menores- de 21 nacionalidades distintas, frente a las 139 del año 2020.
“También pondremos a disposición de los refugiados ucranianos las plazas que vayan quedando libres”, ha asegurado Queiro consciente de la magnitud del drama que están viviendo estas personas. Y es que ACNUR calcula que cuatro millones de ucranianos pueden llegar a huir de la guerra iniciada por Rusia.
Una ola de solidaridad
“Han salido con lo puesto”, ha explicado la coordinadora del PPI del Hospital San Juan de Dios de León, un programa que la Orden también desarrolla en la Llar Sant Joan de Déu de Manresa y el Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos, tras un llamamiento a la ciudadanía para que donara prendas, “sobre todo de abrigo”, y calzado que ha sido un éxito. Porque la respuesta solidaria corre en paralelo a la salida de refugiados de Ucrania. “Han llegado tantas bolsas al ropero que ya está desbordado”, ha celebrado Queiro sin olvidar que “un grupo de amigos se ha ofrecido a pagar el alquiler de uno de los pisos durante un año”.
Hacerles sentir como en casa es trabajo de todos. No en vano, a las personas refugiadas de Ucrania les espera un largo camino: vencer la incertidumbre, enfrentarse al impacto inicial y asimilar lo que está ocurriendo, además de empezar una nueva vida que incluye la búsqueda de un empleo o la escolarización en un país lejano del que no conocen el idioma ni las costumbres. “La salida tan abrupta de un país conlleva una sensación de desgarro”, ha confesado Queiro en relación a un duelo migratorio que debe trabajarse para evitar su cronificación.
Tras la caída de Kabul
El Programa de Protección Internacional acogió a finales de agosto a una familia afgana de 15 miembros tras la caída de Kabul en manos de los talibanes. “Después vino otra”, ha indicado Queiro tras señalar que “la barrera idiomática y su buena posición en su país de origen hizo que, finalmente, muchos optaran por solicitar asilo en otros lugares de Europa”. A ellos se han seguido sumando personas refugiadas de Siria que “han llegado por la vía del reasentamiento”, de Haití – donde se está construyendo un muro en la frontera con República Dominicana- o de Mali, un país de África Occidental donde los asesinatos han forzado los desplazamientos.
El proyecto tiene una duración de 18 meses y se estructura en dos fases: acogida temporal y preparación para la autonomía gracias al diseño de itinerarios personalizados de inserción sociolaboral. Además, cuenta con un grupo de mujeres y de personas LGTBI en el marco de “un espacio de seguridad donde abordar las problemáticas que afectan al colectivo desde un enfoque de género”.
‘Emergencia Ucrania’
Asimismo, la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios ha lanzado la campaña ‘Emergencia en Ucrania’ para solicitar ayuda urgente y colaborar con la misión que los Hermanos están llevando a cabo en el centro de San Juan de Dios ubicado en la ciudad de Drohobych, en Ucrania, así como en los otros cinco centros de la Orden en Polonia, donde se está prestando atención sociosanitaria y de primera necesidad a los cientos de personas que huyen de la guerra.