viernes. 01.11.2024

Se entiende por conjetura el “juicio que se forma de algo por indicios u observaciones”. En efecto, basado en tales observaciones, se prodigan ya muchas alusiones a León como colonia; pero probablemente haya personas a las que esto les suene exagerado. En Conceyu estamos muy convencidos de que, aunque actualmente no se estile esta denominación, la situación de dependencia de León equivale, obviando otros eufemismos posibles, a una colonia clásica respecto a Valladolid, que sería su metrópoli. En este ensayo trataremos de mostrar, y demostrar, que tal aseveración tiene más de realidad que de mera conjetura.

Palabras como colonia, explotación, expolio, fagocitación… de León, por ente ajeno, pueden sonar fuerte, exagerado para algunos, pero a otros les parecerán apropiadas. Para los primeros, ténganse de momento por hipérbole, o recurso para resaltar una realidad de dependencia extrema, que asfixia a León, pues, bajo la rutina diaria, irreflexiva por lo común, tal dependencia pasa desapercibida; se ven los síntomas, dramáticos, pero no las causas. Para reconocer los síntomas solo hace falta la comprobación empírica, lo que la experiencia nos muestra día a día, año tras año. Para descubrir las causas, lo que se cuece en la trastienda, es necesario un estudio exhaustivo de los presupuestos y su aplicación, correcta o incorrecta —tal como ha hecho Proyecto León—, y de otros “tejemanejes” perpetrados contra León.

Pero dejemos claro que, si bien pudiera desprenderse cierta subjetividad en las motivaciones atribuidas a las decisiones políticas relacionadas —originada en los fuertes indicios disponibles—, no la hay en los propios datos y hechos relacionados, pues son rigurosos; ni tampoco en las definiciones de colonia y metrópoli, tomadas de la RAE. Si se encuentra correlación entre ellas y el caso estudiado, estaremos ante una colonia, le llamemos como le llamemos, más allá de la mera conjetura, aunque se debe respetar que el lector extraiga su propia interpretación.

Percepciones aparte, para aproximarnos a la realidad con más acierto, sigamos el esquema de una investigación científica; sin pretender alcanzar tal categoría, pues, por exigencia de este formato, que pretende ser un mero ensayo periodístico, nos abstendremos de extensos argumentos probatorios, de cuantiosas citas de autores consagrados, y las referencias bibliográficas de rigor. Por ello, este artículo no pretende ser una investigación científica al uso, sino una aproximación a sus métodos.

Pensamos que los datos que expongamos (como material), por haber sido reiteradamente publicados, son creíbles, sin cuestionamiento alguno; basta con aquella constatación empírica, a través de los años, y la consulta de las hemerotecas. Aquí no desvelaremos nada nuevo, ni entramos a investigar o escudriñar los hechos/datos en profundidad. Con los mimbres al alcance, armamos el cesto. Creemos que la metodología usada, aunque básica, será aceptable a la hora de validar el resultado obtenido.

Siguiendo con la cuestión metodológica, la hipótesis de partida es que León es una colonia, cuya metrópoli (regente y explotadora), es Valladolid. Veamos si se comprueba la hipótesis, como la metodología científica exige. 

Definición de términos: Por León, nos referimos a la provincia. En la fase de aportación de hechos y datos, nos centraremos en ella, especialmente, aunque también usaremos, como referencia comparativa, datos globalizados para toda la región leonesa, en contraste con la castellana. Y también incluiremos actuaciones, u omisiones, cuya competencia es del Gobierno central, para que, en la misma fotografía, queden retratados los distintos agentes responsables del estado calamitoso de León; para evitar confusión, señalaremos esos casos, de competencia estatal, con la inicial E (de Estado, o España). Y al final, daremos una modesta opinión de por qué los sucesivos gobiernos de España se “olvidan” de León.

Colonia: la RAE dice así: “Régimen político en el que un Estado controla y explota un territorio ajeno al suyo”. 
Metrópoli: “Estado central respecto a sus colonias”. En el caso presente, nos referimos a Valladolid, donde se ubica el gran aparato de mando de toda la Comunidad, la Junta de Castilla y León (en adelante CyL). 

Por tanto, por Valladolid, tómese esta relación como un convencionalismo apriorístico, nos referimos al continente y todo su contenido: la ciudad y provincia de tal nombre, con sus ciudadanos y servicios, más todo ese aparato político que desde allí nos gobierna y administra, a modo de “capitanía general” de la Comunidad, la Junta. Al presentar los hechos indiciarios, a posteriori veremos que entre esa provincia y la Junta hay una manifiesta simbiosis, o sinergia, para mutuo beneficio, que permite, en nuestra opinión, tal identificación. Esos hechos mostrarán que las políticas de la Junta benefician sistemáticamente a esa provincia, relegando a otras desde allí administradas; ¿explotadas?, lo veremos.

Los beneficios obtenidos de esa supremacía de facto no solo servirían para mantener y potenciar ese aparato político —la excusa fácil— sino también para que esa provincia y ciudad se desarrollen sin cesar, mientras otras languidecen. Pues bien, veamos a continuación si se cumplen las condiciones de la relación León-Valladolid, como colonia y su metrópoli. En fase demostrativa, cuando usemos ambos términos (“colonia” o “metrópoli”) ha de entenderse de manera supuesta, o hipotéticamente, por simple economía de lenguaje.

Pero, no pensemos en las clásicas colonias del siglo XVII en adelante, en que las potencias europeas como Gran Bretaña en Asia, Francia y Bélgica en África, o España en América, sometían a territorios lejanos para la explotación de sus recursos.

Si bien antiguamente el control se imponía manu militari, por algún estado/nación, ahora, la explotación se ejerce de forma indirecta, bajo la influencia cultural y ascendente político del territorio dominante, pero con formas más sibilinas, más encubiertas, más aceptables, especialmente, desde la manipulación económica.

Lo clásico era la dominación y explotación de un país por otro; pero, en estados con una configuración política como la española, mediante autonomías de máximas competencias, y sobre todo de gran tamaño, como Castilla y León, más grande que el país vecino, Portugal, y conformado —atípicamente y contra natura— por dos regiones distintas, con historia e identidades propias y diferenciadas, puede ocurrir que una parte de ese territorio, quien detenta el poder fáctico, se constituya en dominante sobre otro, con menor poder real, o que ha caído en irrelevancia político-estratégica. Tal es nuestra comunidad autónoma, cuya capital fáctica, Valladolid, entendido el término como se ha dicho, rige el dinero y destinos de ese gran territorio. Y lo hace a través del brazo político de la Junta, con notorio desequilibrio en favor de la región de elección y ubicación de su “cuartel general”, en Valladolid (Castilla).

Partimos de la hipótesis de que León (provincia y región) es domeñada, administrada por el poder político de la Junta, que prioriza el desarrollo del territorio donde se asienta, Valladolid (Castilla). Ese territorio “engorda” —supuestamente, por ahora—, con una aplicación partidaria de los presupuestos, y con otras determinaciones que adopta la Junta sobre el resto del territorio autonómico, incluyendo partidas dinerarias supraautonómicas (procedentes del Estado y Europa) que, siendo destinadas a toda la Comunidad, redundan finalmente en provecho y desarrollo de solo una parte. 

Alguien ajeno a este territorio podría cuestionar por qué nos planteamos tal hipótesis, es decir, qué interés tiene una región histórica (Castilla) en subyugar y aprovecharse de la otra (León). Aparte de la relación histórica —de rivales, y durante varios siglos enemigos directos, guerreando entre sí—, los que vivimos en esta Comunidad, particularmente en la región leonesa, vivimos día a día, la aparente —diremos, por ahora— discriminación de León, con respecto a Valladolid, sin necesidad de entrar en profundidades. Los indicios —muy elocuentes—, que luego se aportarán, sustentan la hipótesis planteada; el lector juzgará.

Según el manual del colonizador, a la par que el aprovechamiento de riquezas de la colonia, se obstaculiza su participación en la administración de su propio territorio. Y, para más inri, el poder político detentado por la metrópoli le permite decidir aspectos cruciales del territorio administrado, incluso contra los intereses de sus propios moradores; muchas veces, para provecho de territorios y capitales extraños y foráneos (caso supuesto de las macroplantas de renovables que cursan con expropiación de terrenos, para enriquecimiento de otros).

Y para asegurar el mantenimiento de la relación parasitaria, nada mejor que procurar —o perpetuar— el estado vegetativo de ese territorio, para tenerlo a merced de la metrópoli, a perpetuidad. Ello incluiría, en el caso de León, algún caramelo envenenado, como reconocer a El Bierzo como comarca, y su órgano de gobierno, el Consejo Comarcal. El objetivo que subyace, de gran consenso interpretativo, sería dividir a León, precisamente para mantenerlo débil, inoperante, sin opciones de futuro autonómico propio.

A continuación, veremos esa detracción de recursos, en dirección a la metrópoli, y las políticas que, hipotéticamente, tratan de perpetuar esa situación de dominación, del resto del territorio de la comunidad autónoma de CyL, y en particular de la región leonesa; de ésta, estudiaremos especialmente el caso de León provincia, aportando particularmente los datos relativos, por ser los que mejor conocemos, y donde es más evidente el descalabro socioeconómico (junto con Zamora, que nos acompaña, y a veces nos supera, en la paupérrima realidad).

No nos extenderemos sobre los detalles de cada caso expuesto, pues haríamos interminable este artículo, y son fácilmente contrastables, sino que tratamos de poner de manifiesto una realidad socioeconómica: León se empobrece sin parar, ya en estado calamitoso, mientras que Valladolid prospera día a día, cuando al comienzo de la autonomía León era superior, en habitantes y renta que Valladolid; lo cual atribuimos, como hipótesis, a la relación de tipo colonial, ya dicha.

En reseña simple, las características típicas, entre ambos entes (colono y colonia), según revisión histórica, son las siguientes:

  • PRIMERO. El territorio dominado posee alguna riqueza rentable (“La codicia”);
  • SEGUNDO. Un país dominante (o ente político-jurídico: Comunidad Autónoma —con capacidad de decidir en ese territorio—) gestiona tal riqueza, a su conveniencia (“Aquí mando yo; y me aprovecho”);
  • TERCERO. Se procura mantener el estatus de sumisión y debilidad del segundo ante el primero: con el fin de prorrogar la dependencia y explotación (“parasitismo táctico”);
  • y CUARTO. Objetivo conseguido: la colonia sobrevive vegetativamente, o en declive constante: no prospera: sigue dependiente (“Colonia de éxito”).

Si estas premisas se cumplen, en el caso de León provincia, podremos concluir que la hipótesis queda probada, y se confirmará como una tesis, como una realidad social. En jerga científica, de haber sido tal este ensayo, diríamos entonces que hay evidencia científica bastante de que León es una colonia (atípica, si se quiere) de Valladolid, y explotada por esa “metrópoli”.

León, colonia de Valladolid. ¿Conjetura o realidad? Parte I