La idea inicial se basó en que la ganadería extensiva de vacuno dedicada a la producción de carne constituye la principal actividad económica de las cuatro localidades del valle de Reyero (Pallide, Reyero, Viego y Primajas), gracias a sus pastos naturales, actividad que se complementa con el turismo atraído por el elevado valor botánico, zoológico, geológico, geomorfológico y paisajístico del lugar.
“A través de este proyecto, -explica María Mallo-, se ha pretendido comprobar el estado de salud del agroecosistema, evaluando los efectos nocivos de un grupo de antiparasitarios cuyo principio activo son las ivermectinas. Su uso generalizado en la ganadería como antihelmíntico sistémico tiene graves consecuencias sobre la comunidad de coleópteros coprófagos, ya que alteran el sistema sensorial y motor de los mismos, provocando en último término su muerte por inanición”.
La disminución de estos insectos tiene graves consecuencias a nivel ecológico debido a las múltiples funciones que desempeñan, incluyendo el reciclaje de los excrementos animales, el ciclo de los nutrientes, la bioturbación del suelo, la dispersión secundaria de las semillas y el control de los parásitos internos y externos del ganado. “La pérdida de estos servicios ecosistémicos, -apunta la investigadora-, podría repercutir económicamente en el valle al deteriorarse la producción de pastos, que es uno de los recursos primordiales”.
PROTAGONISMO DE LOS GANADEROS E IMPORTANCIA DE LA DIVULGACIÓN
“Durante estos meses, -explica María Mallo-, además de los escarabajos, los ganaderos han sido protagonistas clave del proyecto. Junto a mi compañera Julene Gamarra, hemos llevado a cabo entrevistas para mantener un diálogo constante con ellos y comprender los cambios que han experimentado en el sector ganadero, así como su conocimiento sobre la importancia de estos insectos”.
Además del trabajo científico (muestreos, identificación de especies y análisis de datos), la divulgación ha sido otra de las motivaciones. “En este sentido, -añade la joven bióloga-, hemos organizado excursiones y talleres en los que participaron familias con niños de todas las edades, una experiencia enriquecedora realizada en colaboración con Lucía Álvarez, otra compañera con la que ha sido un placer trabajar”.
Hay que dejar claro que el estudio de la biodiversidad de escarabajos coprófagos, que es uno de los grupos más importantes en la descomposición de excrementos del ganado, ha representado un desafío considerable debido a la gran diversidad de especies.
A pesar de ello, la estudiante de la ULE afirma valorar mucho el aprendizaje autodidacta que ha logrado, aunque entiende que sería necesario “disponer de más tiempo para elaborar un inventario completo de los escarabajos coprófagos del Valle de Reyero, ya que mis resultados actuales son preliminares”. Esto le lleva a comentar que sería muy interesante “poder continuar con esta línea de investigación en el futuro”.
AGRADECIMIENTO A LOS VECINOS DEL VALLE
Una vez concluida la experiencia, María Mallo Robla señala que las becas RALBAR de la ULE y el Banco Sabadell le han brindado la oportunidad de “desarrollar mi propia investigación y proyecto, aunque sea a pequeña escala”. También explica que quisiera expresar su agradecimiento a todos los vecinos del Valle “que se han involucrado y me han apoyado desde el primer momento, especialmente a Lourdes del Ayuntamiento de Reyero”.
En el apartado de sugerencias, indica que cree que es fundamental un compromiso sólido entre la entidad colaboradora y el estudiante. “En mi caso, -dice-, he echado en falta una guía más estructurada durante el proyecto, algo esencial para cumplir los objetivos en un plazo tan limitado”.
Por último, y respondiendo a la pregunta que daba nombre al trabajo, ‘Ganadería y escarabajos peloteros en el Valle de Reyero: ¿Es posible un futuro más sostenible?’, la joven se muestra convencida de que sí, sin lugar a dudas, y concluye explicando que “conocer el estado de salud del agroecosistema mediante el estudio de los escarabajos es el primer paso para implementar alternativas que minimicen el uso de antiparasitarios y promuevan la conservación de la biodiversidad del suelo, tal como ya lo hacen algunos ganaderos del Valle”.