El caciquismo social en los pueblos perdura ante situaciones de omisión de la gente de los pueblos de su sentido cívico, aunque suceda también en las ciudades, pero en los núcleos rurales adquiere mayor intensidad y es foco de injusticias permanentes. Les voy a narrar un cuento, en un lugar, que como dijera el genio de la palabra, de cuyo nombre no me quiero acordar...
UNA RALLADURA DE JUICIO
Estaba yo barriendo la puerta de la calle, cuando recibo la visita de una vecina veraneante que me espeta: “Dice mi marido que te ha visto rayar nuestro Audi, así es que te voy a reventar la cabeza”. Ante tan agradable calumnia y amenaza decido contárselo a mi atlética señora, que rápidamente va a pedir explicaciones y le enseña las rayaduras de su humilde Opel. Pero mi vecina, inmediatamente, es secuestrada por su marido que la recluye en su casa.
Con ayuda de mi señora decido denunciar la difamación y violenta amenaza en el cuartel de la Guardia Civil (16 kilómetros ida y vuelta). Al poco tiempo me citan en el juzgado (50 Km. ida y vuelta), el juicio no se celebra porque la vecina no se presenta, lo hace un mes más tarde y dice que ella no ha hecho nada.
Lo curioso es que encima a ella le creen y a mí no, debe ser por ser hombre. O que como soy mayor y no tengo nada qué hacer sólo atiendo y cuido a mi madre para que no la metan en una residencia, me dedico a denunciar a la vecina visitando cuarteles y juzgados.
Voy a seguir defendiendo la dignidad de mujeres y de hombres, luchando contra quienes intentan calumniar y amenazar con reventar sus cabezas.
No se preocupen los del pueblo que todo parecido con la realidad es pura coincidencia. Siga la gente de los pueblos y de las ciudades denunciando la violencia contra las personas, aunque parece ser que el caso que les pueden hacer y ninguno es lo mismo.